Todos soñamos ser artistas Todos comparten el mismo atractivo: fueron estrellas muy jóvenes, en la ense-ñanza media o recién saliendo de ella. Partieron a los 13 o 14 años y no sabían tocar un instrumento, nunca fueron afi-nados. Lograron llegar a un estudio y de ahí salió lo que ven hoy. El adolescente quiere aprobación y estimulación inmediata, busca el like con ansiedad, devora una serie completa en dos días para buscar otra mejor, cambia el peinado, las uñas, el maqui-llaje, su aspecto una y otra vez. Cambia de ídolos. Y al adulto le cuesta entenderlo, es de la época donde se buscaba estabilidad, encontrar una pasión y no cambiarla nunca, como decía Darín. Comprar una casa y quedarse ahí toda la vida. Jere Klein solo quiere divertirse, jugar a ser famoso. ¿Quién no soña-ba eso a los 17? No es un buen modelo, pero tampoco busca serlo y los más viejos ya debimos haber aprendido que la censura y bajar el volu-men no es el camino. No nos gusta, no lo entendemos y nos incomoda. No compartimos el mensaje de sus letras ni sus valores, pero es mejor entenderlo que hacer berrinches. Es como la capa de ozono rota: ya no queda más que convivir con ella. Solo son adolescentes. Pensar que algún día también lo fuimos: peligro-sos, incómodos, apuntados. Equivocados. Era la mejor época para hacerlo. En un año más, Jere Klein será pasado, llegará otro joven a ocupar su puesto y muchos sueñan con hacerlo. Chicos de Hualpén, de Chañaral, de Renca. Muchachos que sienten que ser artista es tan fácil, que viven con su mamá y quieren comprarle su primer auto. Ojalá uno caro. Uno que llegue al barrio y les diga a todos que me fue bien, que la miseria no pudo conmigo, aun cuando tenía toda la ventaja del mundo.