En el seminario, Don Bosco escribió un texto como moti-vación de su vocación: “El sueño de Morialdo estuvo siem-pre grabado en mí; de hecho, se había reiterado en otras ocasiones de manera mucho más clara, así que si quería obedecerlo tenía que elegir el estado eclesiástico, al que me sentía inclinado, pero no quería creer en los sueños. Mi modo de vida y la falta absoluta de virtudes necesarias para ese estado hacían dudosa y difícil esa decisión”. Podemos estar seguros: había reconocido al Señor y a su Madre. A pesar de su modestia, no tenía ninguna duda de que había sido visitado por el Cielo. Ni siquiera dudaba que aquellas visitas estaban destinadas a reve-larle su futuro y el de su obra. Él mismo dijo: “La Congre-gación Salesiana no ha dado un paso sin que un hecho sobrenatural se lo haya aconsejado. No llegó al punto de desarrollo en el que se encuentra sin una orden especial del Señor. Podríamos haber escrito de antemano toda nuestra historia pasada en sus más humildes detalles...”. Las Constituciones Salesianas comienzan, por estos hechos, con un acto de fe: “Con sentimiento de humilde gratitud creemos que la Sociedad de San Francisco de Sales no es solo fruto de una idea humana, sino de la iniciativa de Dios”. El testamento de Don Bosco El mismo Papa ordenó a Don Bosco que escribiera el sueño para sus hijos. Este comenzó así: “¿Para qué puede servir este trabajo? Para superar dificultades futu-ras, tomando lecciones del pasado; para dar a conocer cómo Dios mismo ha guiado cada cosa a su tiempo; ser-virá de entretenimiento a mis hijos cuando puedan leer 9 Boletín Salesiano |