Querida Familia Salesiana: Esta es mi última editorial como inspector de los Sa-lesianos en Chile. Me despido con profunda gratitud tras seis años maravillosos como primer responsable de la animación carismática de este vasto movimiento de personas vinculadas a la vocación y misión de Don Bosco. Cada uno de ustedes ha sido parte esencial de este viaje, lleno de desafíos, oportunidades, crecimiento, amor y compromiso. Agradezco la colaboración y apo-yo incondicional de cada uno de ustedes y de todos los grupos que componen esta gran familia espiritual. Quisiera invitarlos, una vez más, a continuar la mi-sión de Don Bosco, la cual se inserta en la común vo-cación cristiana al apostolado. Esta responde a un don espiritual que es de origen carismático: es el Espíritu del Padre y del Señor Resucitado el que, de manera si-milar al pasado, cuando destinó a Don Bosco a trabajar con jóvenes y clases populares, continúa enviándonos a perpetuar su apostolado juvenil, popular y misionero a lo largo de la historia. Ese envío particular está mediado, entre otras cir-cunstancias, por los signos de los tiempos. Para noso-tros, las necesidades, expectativas, aspiraciones y exi-gencias espirituales de la gente sencilla, pueblos aún no evangelizados y la juventud, especialmente la más desfavorecida, son signos a través de los cuales el Es-píritu, con el cambio de los acontecimientos y diferen-tes contextos sociales y culturales, nos convoca a los diversos grupos de la Familia Salesiana a desplegar nuestra misión. Chile necesita hoy de la Familia Salesiana para res-ponder a tantos desafíos que viven los jóvenes junto a la gente sencilla, quienes necesitan inserción social y herramientas que les garanticen un mejor futuro, como los migrantes y quienes están en riesgo de abusos y agresión. En la realidad que enfrentamos, los adolecentes y jó-venes corren riesgo de perderse en las calles de nues-tras poblaciones, por las pandillas, drogas e, incluso, trata de personas. Esta situación nos interpela caris-máticamente a dar respuesta, por lo que requerimos del Espíritu Santo para que nos conceda sabiduría y fortaleza en emprender con parresía evangélica las ac-ciones necesarias para mejorar las condiciones de vida de quienes más lo necesitan. Gracias, nuevamente, por permitirme conocerlos y compartir con ustedes la vida. Soy testigo de la acción de Dios en ella y de todo el bien que se realiza a través nuestro. Que Jesús, que quiere renacer en nosotros esta Na-vidad, nos permita ser fieles al carisma recibido y nos ayude, por la intercesión de su Madre, la Auxiliadora, en nuestra misión salesiana. 5 Boletín Salesiano |