las cosas en las que participó su padre, y las leerán con mucho más gusto cuando, llamado por Dios a dar cuen-tas de mis acciones, ya no esté entre ellos”. Don Bosco revela claramente su intención de invo-lucrar al lector en la aventura narrada, hasta el punto de hacerlo partícipe de ella como de una historia que le concierne y que, arrastrado a la historia, está llamado a continuar. La narración del sueño se convierte en el tes-tamento de Don Bosco. Ahí está la misión: la transformación del mundo, em-pezando por los más pequeños, jóvenes y abandonados. Ahí está el método: bondad, respeto, paciencia. Y está ahí la seguridad de la protección de la Santísima Trinidad y de la tierna y maternal protección de María. En las Memorias del Oratorio, Don Bosco cuenta que 20 años después del primer sueño, en 1824, tuvo “un nuevo sueño que parece un apéndice del que tuve en I Becchi cuando tenía nueve años. Soñé con verme en medio de una multitud de lobos, cabras y cabritos, cor-deros, ovejas, carneros, perros y pájaros. Todos juntos hacían un ruido, un estrépito o más bien un infierno que asustaría hasta al más valiente. Quería escapar, cuando una Señora, muy bien vestida a la manera de una pasto-ra, me hizo señas para seguir y acompañar aquel extra-ño rebaño, mientras ella iba adelante…”. “Después de caminar mucho tiempo, me encontré en un prado, donde aquellos animales saltaban y comían juntos sin intentar hacer daño a los demás. Abrumado por el cansancio, quería sentarme al lado del camino, pero la pastora me invitó a seguir caminando. Después 10 | Boletín Salesiano