de caminar un poco más, me encontré en un gran patio rodeado por un pórtico, al final del cual había una iglesia. Entonces me di cuenta de que cuatro quintas partes de esos animales se habían convertido en corderos”. “Entonces su número se hizo muy grande. En ese mo-mento llegaron varios pastorcillos para cuidarlos. Pero estaban poco tiempo y pronto se marchaban. Entonces ocurrió algo maravilloso. Muchos corderos se convirtie-ron en pastorcillos que, a medida que crecían, cuidaban de los demás. Quise irme, pero la pastora me invitó a mirar hacia el sur. ‘Mira de nuevo’, dijo, y yo miré de nue-vo. Entonces vi una iglesia hermosa y alta, y dentro una cinta blanca, en la que estaba escrito en letras cubitales: Hic domus mea, inde Gloria mea”. Por eso, cuando entramos en la Basílica de María Au-xiliadora, entramos en el sueño de Don Bosco, que pide convertirse en nuestro sueño. P. Ángel Fernández Artime, Rector Mayor de los Salesianos 11 Boletín Salesiano |