8 | Boletín Salesiano He pasado años así y no en-tiendo por qué solo ahora, en me-dio del encierro de esta pandemia (coronavirus), ha estallado den-tro de mí un anhelo por mi fami-lia. Sueño con contarles todo lo que nunca les conté. Sueño con abrazar a mi padre. Por la noche me despierto y me pregunto si se puede vivir una vida emancipada de relaciones tan significativas. Incluso, las historias que he teni-do en estos años, nunca les he permitido cruzar la frontera de la verdadera intimidad. Pero aho-ra me parece todo tan diferente. Ahora que no puedo elegir salir de casa o ir con aquellos que considero importantes, soy consciente de la gran mentira que he estado viviendo dentro todo este tiempo. ¿Quiénes somos sin relaciones? Quizá solo personas in-felices en busca de afirmación. Ahora me doy cuenta de que todo lo que hice, en realidad, lo hice porque esperaba que alguien me dijera quién era realmente. Pero a los únicos que podían ayudarme a responder a esta pregunta los he dejado fuera. Y ahora están arriesgando sus vidas, a cientos de ki-lómetros de mí. Si tuviera que morir, querría estar con ellos y no con mis éxitos”. Una alegría compartida Agradezco la honestidad y valentía de esta joven, que ha ge-nerado en mí una reflexión profunda sobre la realidad actual. Sus palabras nos invitan a cuestionar el enfoque en logros y éxito económico que muchas familias adoptan, a menudo a expensas